viernes, marzo 31, 2006

FLORES


Seguimos con nuestra costumbre de recorrer los barrios, y para hoy hemos elegido uno de los barrios más clásicos: Flores. Un barrio donde todos aquellos que han vivido en él, sienten una atracción especial por sus esquinas, sus casas tradicionales.
Flores está lleno de historia, de cultura, de diferentes estilos arquitectónicos, como el “art decó”, el “art nouveau” y el “academicismo” en muchas fachadas. Otras son típicas neocoloniales.

Flores tiene un pasado glorioso y rico. Allí se encontraban las quintas de verano. Es un barrio donde brilla el sol, y también las luces, pues tiene mucho movimiento y mucha vida.

El nombre del barrio es un nombre compuesto. ¿Por qué San José de Flores? San José porque fue el patrono elegido para velar por la primera capilla del lugar. Y Flores por Don Juan Diego Flores, quien invirtió gran parte de su cuantiosa fortuna en tierras que luego formarían el barrio.

Muchos nombres de nuestra historia tuvieron que ver con Flores. Jun Manuel de Rosas tenía su establecimiento de campo cerca de Flores y visitaba con frecuencia la quinta de los Terrero, ubicada en lo que actualmente es la Av. Rivadavia 6440. Allí se hacían grandes fiestas y reuniones políticas. En el portón de esa quinta Manuelita Rosas despidió a su Máximo cuando éste partía a la batalla de Caseros, y allí le regaló su pañuelo, bordado por ella misma.

También en Flores tenía su casa quinta el Gral Urquiza, en lo que hoy es Rivadavia y Carabobo. Allí Urquiza promulgó su Ley Fundamental y allí se juró y comunicó a todo el país. También allí se firmó el Pacto de Unidad Nacional en noviembre de 1859, en el que se reintegra la provincia de Buenos Aires a la Confederación.

Podríamos mencionar muchísimas quintas de personajes importantes, pero creo que es interesante mencionar por el momento a la del inglés Eduardo Mulhall, que se llamaba “Lambaré”. Los vecinos sentían mucho afecto por este inglés elegante, de tan buenos modales a quien llamaban “el inglés bueno”. Los jardines de su quinta eran perfumados por los eucaliptos y los pinos. Y alguien que solía visitar estos jardines, era el Gral. Roca, que gozaba de la compañía del inglés y matizaba sus encuentros con el juego de ajedrez.

En 1857 se inauguró la primera línea de ferrocarril, que iba desde la actual Plaza Lavalle hasta La Floresta.

Como en otros barrios, los inmigrantes también se instalaron en Flores. Una comunidad judía importante que, venidos desde Damasco y Alepo, se insertaron en Flores de una manera distinta a la de otros lugares. Han crecido, y se han desarrollado y no han querido emigrar. Se han aquerenciado y las nuevas generaciones aún siguen afincadas en el lugar, especialmente en la calle Avellaneda entre Nazca y Campana y sus adyacencias.
Los armenios también se instalaron en el sur de Flores, construyendo un barrio de 200 casas. Se dedicaban al calzado y a la construcción, compitiendo con los italianos que eran famosos en el ramo. También eran muy habilidosos para arreglar ollas, palanganas y otros objetos metálicos.

Hablando de las distintas comunidades, no se puede dejar de mencionar a la vasca, tan ruidosa como pintoresca. Agrupados cerca de la estación, esperaban los tachos de leche para repartirla a caballo, con sus boinas negras, sus clásicas alpargatas y sus anchos pantalones ceñidos en el tobillo sostenidos por la ancha faja en la cintura. Eran típicos frecuentadores de pulperías y boliches. Así fueron creciendo esos locales con nombres que luego jamás se olvidarían, como la del Vasco Milonga, la del Colorado, la de la Vasca.

Muy famosa fue La Paloma, de Culpina y Alberdi, donde se inspiraron payadores y poetas nuevos sinónimos de bravura y de guapeza. Es allí donde Enrique Cadícamo escribió su tango “Compadrón”.

La Av. Rivadavia, antes llamada El Camino Real, es el corazón del barrio, en la que se concentra gran parte del comercio y actúa como corredor urbano. Es la que divide Flores Norte de Flores Sur. La primera es la zona alta donde se encuentra el casco fundacional del barrio. Hacia el sur, la zona baja, inundable, llamada Bañadón de Flores o Bajo Flores, la zona más pobre. Alrededor de la Basílica de San José, existen tres pasajes peatonales que son únicos en la ciudad por su forma, formados en las calles Salala, Pescadores y Espejo. Desgraciadamente, el progreso se convierte a veces en el peor enemigo de las tradiciones y del sentir de un pueblo. Así aconteció con Flores, donde se empezaron a vender sus quintas en lotes pequeños muy rentables por cierto, que fueron canjeados por las añejas y queridas costumbres, esas que no tienen precio.

La Plaza General Pueyrredón, más conocida tal vez como Plaza Flores, fue un terreno baldío hasta que en la época de Rosas se construyeron los primeros jardines y se plantaron numerosos árboles hasta adquirir el aspecto de paseo público que aún mantiene.

Muchos personajes famosos estuvieron vinculados con el barrio, no necesariamente por vivir allí, por ejemplo Vedani, quien fuera autor del tango “Adiós Muchachos”. Roberto Arlt, Julio Cortázar, el Chino Guichandut, quien allí se inspiró para componer la música de grandes tangos como Misa de Once y Melenita de Oro, dedicado este último a su esposa, que se llamaba Tesoro.
Y Alejandro Dolina, periodista y escritor, en su libro “Crónicas del Ángel Gris”, dice que “Dormir en el barrio de Flores es una experiencia notable.” Y sigue: “Y en realidad, apenas cabe dudar de que el Angel reparte sueños desde el anochecer hasta el alba.
Tiene una canasta llena. Allí hay sueños para todos. Sueños rosas para las ingenuas de la calle Artigas. Sueños blancos para los pibes y sueños rojos para los violentos. Hay sueños agujereados de despertares. Hay sueños sin sueños que son como una larga cinta negra. Y sueños usados para los que siempre sueñan lo mismo. Sueños frescos, sueños maduros. El Ángel tiene sueños buenos y malos. Tiene uno tan terrible que si uno no despierta a tiempo, se muere. Tiene otro que dura cinco días y cinco noches. Y tiene un sueño tan corto como un suspiro: quien lo sueña, sueña que suspira. El Angel Gris elige sueños para cada uno de los que se atreven a dormir en Flores.”

Muchos secretos y leyendas sobre Flores podríamos seguir contando. Pero, preferimos guardar un poco para otra oportunidad.

PARQUE DE LOS PATRICIOS

El Padre Furlong, sacerdote jesuita e historiador que fuera Presidente de la Academia Nacional de Geografía entre los años 1956 y 1968, afirmaba que Pedro de Mendoza ingresó por el Riachuelo y se desvió por el riacho Teuco hasta llegar a tierras altas que no se inundaban. Ese riacho hoy es la calle Enrique Ochoa, y las tierras altas, Parque de los Patricios.

Hace más o menos 150 años, por estas tierras se instalaron los Mataderos del Sur de la Convalecencia. Las calles Catamarca, Boedo, Chiclana y Famatina se cercaron con postes ya que en ese corral se faenaba el ganado. Esto le dio al barrio el nombre de Corrales Viejos.

El lugar no era muy agradable. Y tampoco lo era cuando se instaló La Quema, un vaciadero municipal adonde se llevaba la basura para ser quemada.

La zona estaba poblada por humildes inmigrantes que trabajaban en fábricas de chacinados, jabones, mantas y frazadas, curtiembres o corralones de materiales y que vivían en casitas precarias. Más tarde empezaron a aparecer los conventillos, en la Av. Garay, en Caseros y Liniers, en Gral. Urquiza y Rondeau, entre otros.

Cuando la fiebre amarilla azotó a Buenos Aires, se apuró la obra del nuevo matadero para mejorar las condiciones sanitarias de la zona, y en 1901 el matadero se mudó a Liniers.

La comuna deseaba espacios verdes, como tenían en la zona norte, y para diseñarlos contrató a Carlos Thays y al Ing. Benito Carrasco. El 12 de septiembre de 1902 con la ayuda de escolares del barrio, comenzaron a plantar los árboles de este parque de más de 100.000 metros cuadrados.

Cinco años después, Clemente Onelli, técnico en zoología e historia natural aportó al parque el Zoológico del Sur.

El matadero ya no está, pero sí el galpón donde funcionaba la administración. El Zoológico tampoco está, pero sí el “Templo de la Fortuna Viril” que fue confitería del zoo.

Claro que también hay otros referentes del barrio:

El Café Benigno, que era frecuentado por González Castillo, Homero Manzi y Celedonio Flores.

El Globito, en La Rioja y Caseros, que tiene más de 50 años y es donde se reúnen los vecinos a charlar de todo un poco.

También el Café Manzanares, boliche del tiempo de los Mataderos. Allí tocaba la orquesta de señoritas y más tarde se creó la Catedral del Tango.

En los cafés también se reunían pintores bohemios como Atilio Malinverno, Fortunato Lacámara y Quinquela Martín.

Y, por supuesto, no nos olvidamos del Club Atlético Huracán, que como Buenos Aires tuvo dos fundaciones, la segunda en 1908. ¿Por qué se llamó Huracán? Porque así se llamaba el globo aerostático de Jorge Newbery cuando unió la Argentina y Brasil en un vuelo de 13 horas. Jorge Newbery fue Presidente Honorario del club en 1910.

Parque de los Patricios fue cuna de importantes figuras, como Miguel Brindisi y el inglés Babington, grandes jugadores del Huracán Campeón del 73 que dirigía el Flaco Menotti.

También son personajes del barrio Guillermo Barbieri, primer guitarrista de Gardel, autor de “Barrio Viejo” y Tagini, autor de “Mano Cruel” que habla de una piba del barrio.

A Oscar “Ringo” Bonavena se lo disputan Patricios y Boedo. Y hasta el mismísimo “Quíntuple”, Juan Manuel Fangio, vivió en Patricios más de 20 años. Una placa recordatoria da fe de esto en la esquina de Caseros y La Rioja.

Hasta aquí nuestro paseo por Patricios. “Con Tango, Historias” seguirá recorriendo la ciudad, buscando historias, datos curiosos y leyendas.