sábado, julio 08, 2006

PALERMO

Recorreremos hoy un barrio muy grande, muy verde, el más verde de la Ciudad de Buenos Aires y tal vez de muchas ciudades importantes del mundo, comparable con el High Park de Londres, por nombrar uno: Palermo
A principios del siglo XIX, Palermo era un paraje de chacras y quintas. Allá por 1830, el gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, compró tierras en el sector y comenzó la construcción de una gran casona de estilo colonial con cuatro torres miradores en los ángulos, que dedica con una capilla religiosa a San Benito. Estaba ubicada en la intersección de las actuales Avenida del Libertador y Av. Sarmiento. Con la derrota de Rosas en la batalla de Caseros en el año 1852, comienza la decadencia y la zona sufre abandono. El hermoso edificio de arquitectura colonial es dinamitado y destruido a fines del siglo.Durante la presidencia de Domingo F. Sarmiento, en el año 1874, se autorizó la creación del Parque Tres de Febrero. Al mismo tiempo se crean los jardines Zoológico y Botánico. Las obras comenzaron al año siguiente. Por entonces también se cedieron terrenos a la Sociedad Rural Argentina para realizar la exposiciones anuales de ganadería; al Hipódromo Argentino para carreras de caballos y a la Asociación de Polo para la práctica de éste deporte.
Ya en el siglo XX se autorizaron las construcciones de las canchas de golf; del Club G.E.B.A., del Club de Amigos, el Club Hípico y Lawn Tenis; los edificios de Aguas; el Aeroparque; el Jardín Japonés; el Velódromo; el Planetario; la Mezquita Islámica y otras cesiones que fueron desvirtuando la idea primitiva de un gran bosque.

Palermo está dividido en varios sectores. Por ejemplo, Palermo Chico, exquisitamente residencial y exclusivo. También se lo conoce como Barrio Parque, y fue diseñado en 1912 por el Arq. Carlos Thays, quien vislumbró un Buenos Aires distinto, con mucha vegetación autóctona. Y allí se fue el arquitecto, rumbo al norte argentino, en busca de tipas, jacarandaes, lapachos, ceibos y otros. El proyecto del Barrio Parque cumple su sueño de un barrio de calles curvas y diagonales con entorno de colores. Se construyen edificios en estilos clásicos y modernos, muchos en la actualidad sedes de embajadas extranjeras. El instituto Sanmartiniano es un punto de referencia, se edificó en el año 1946 en homenaje al Gral. San Martín y es réplica del que le sirvió de vivienda en Boulogne Sur Mer.

Otro sector es el conocido como Palermo Viejo. Jorge Luis Borges vivió su infancia en esta zona a principios del siglo XX y escribe que cerca de su casa estaba la “esquina rosada, lugar de guapos cultores del coraje”. Palermo Viejo conserva los aires de aquellos tiempos con la Plazoleta Julio Cortázar, las callecitas cortadas de tramos cortos y las casas de época pintadas de distintos colores. Es la parte más antigua del área palermitana . Todo lo contrario a Palermo chico, esta porción del barrio de Palermo fue el reducto de malevos y compadritos, de poetas de la envergadura de Evaristo Carriego, Borges, fue refugio del tango en aquellos tiempos ya pasados en que el tango era pecado. Actualmente es el barrio "de moda" que elige la gente medianamente joven para vivir. Es el llamado Villa Freud, ya que en él tienen sus consultorios numerosos psicoanalistas. Tiene un aire bohemio muy particular que lo hace interesante. Rodeado de librerías y de restaurantes muy concurridos durante el día y especialmente en la noche.
El nivel más elevado del barrio es Altos de Palermo. Está en el centro comercial con el mismo nombre y antiguamente se encontraba allí la cervecería Palermo. A pocas cuadras se halla la Plaza Guemes, En uno de los ángulos de la plaza se erige la Basílica del Espíritu Santo- Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, construida a principios del siglo XX, estilo románico, dos torres reloj e imagen de la Virgen traída de México. Hacia el Este de los Altos estaba la Penitenciaría Nacional, hoy Parque Las Heras, en un predio de aproximadamente 10 Hectáreas. Las edificaciones del penal eran protegidas por una muralla almenada con torres de vigilancia. Fue construida en el año 1877 como cárcel modelo y demolida en la década del ´60. - La zona era conocida como Tierra del Fuego, a semejanza del presidio que funcionaba en esa provincia del Sur argentino. Era un sector muy “pesado” que se extendía desde el Hospital Rivadavia hasta el Pasaje El Lazo con “piringundines” y boliches frecuentados por balandras y cuchilleros. Con el correr de los años se transformó en zona residencial.

Hacia el Norte por la Avenida Figueroa Alcorta están Los Bosques de Palermo. Lo integran, plazas, parques, lagos, jardines, pequeños montes, clubes, monumentos y un entramado de calles y avenidas. Sobre los bosques flotan los fantasmas de primitivos contrabandistas y de personajes que visitaban “Lo de Hansen”, confitería elegante de principios del siglo XX, donde por las tardes se reunía la elite a tomar té y por la noche se “armaba” la fiesta “brava” con guapos y chicos bien para bailar el tango. Cerca funcionaba el prostíbulo “ El Tambito” como escala obligada.
Palermo es un barrio de colores, predomina el verde.El Rosedal es uno de los lugares más bellos y mejor conservados del Parque Tres de Febrero. En él se encuentra el Patio Andaluz, obra de arte donada por la Ciudad de Sevilla que consta de pérgola, glorieta, bancos, faroles y puente de los enamorados en estilo sevillano. Frente al Rosedal está el Museo Sívori donde exponen plásticos argentinos (ex -Hostal del Ciervo) edificio de estilo inglés de principios del siglo XX. A un costado, en la cima de un montículo, se halla la escultura “El Ciervo”, desprotegida y devaluada, en lamentable estado de conservación, con escrituras de todo tipo y color, a semejanza de un “graffiti pop”. Los lugares ocultos de los Bosques de Palermo están olvidados y deprimidos.
El Jardín de los Poetas es un pequeño parque dentro de El Rosedal, cuenta con un monumento con una fuente y un pedestal que recuerda a Shakespeare, a Dante y a Rosalía de Castro.
La antigua Plaza de Los Portones, hoy Plaza Italia, es el centro neurálgico de Palermo. La línea “D” de subtes lo atraviesa de Sur a Norte por la Avenida Santa Fe. La estación Plaza Italia cuenta con una muestra permanente de obras de arte. Frente a esta plaza, se encuentra el predio de la Sociedad Rural Argentina, donde se lleva a cabo anualmente la más grande exposición de ganadería e industria agropecuaria, entre otras múltiples exposiciones y actividades.

El Monumento a la Carta magna y Las Cuatro Regiones Argentinas, más conocido como Monumento de Los Españoles, fue inaugurado en 1917 en homenaje a la Revolución de Mayo de 1810.
Muchas Embajadas tienen su sede en Palermo: la de Bélgica, la de Chile, la de España e Italia.Las actividades científicas también están presentes en Palermo. En pleno Parque 3 de Febrero se encuentra el Planetario “Galileo Galilei”.
Otro lugar muy importante de este barrio, es el Hipódromo Argentino de Palermo que fue inaugurado el 7 de mayo de 1876 en los terrenos linderos a los alfalfares de Rosas y el parque 3 de Febrero. Ese día ni los tranvías ni los trenes alcanzaron y muchos se quedaron sin ver esas primeras siete carreras. Ante 10.000 personas el caballo Resbaloso ganó la primera competencia.

A lo largo de su historia, el Hipódromo Argentino de Palermo vio desfilar por sus arenas a los más grandes representantes de la actividad turfística, como Domingo Torterolo, Máximo Acosta, Irineo Leguisamo y Marina Lezcano entre otros.

LA CALESITA

Hoy dedicaremos unos momentos a recordar a ese antiguo juego que tanto nos divirtió cuando éramos niños y que todavía entretiene a muchos, aunque menos que antes. Claro, antes no existía la compu ni los video juegos.
¿Ya sabe de que juego le hablo? Su nombre es sinónimo de infancia : la calesita.

No hay certeza sobre el orígen de la calesita. Algunos le adjudican a los turcos este circular invento. Parace ser que un sultán aburrido en la mágica Estambul diseñó este juguete, un enorme plato de madera que giraba sobre si mismo impulsado por unos lacayos. Más tarde el juego llegó a Inglaterra y después a Francia, para entretener a la nobleza. Varias décadas pasaron hasta que los adultos le dejaron el objeto a los niños.
La primera calesita —nombre con el que se la conoce en gran parte de América— llegó a Buenos Aires en 1860 y, desde luego, estaba impulsada por un caballo. Hacia los años 30 aparecieron las primeras calesitas con motor y hasta se instaló una fábrica de calesitas, que funcionó en Rosario hasta 1984. Uno de sus dignos productos se instaló en el Jardín Zoológico porteño, donde giró durante décadas. Los nostálgicos la pueden ver funcionando aún hoy en Ayacucho, provincia de Buenos Aires. En aquellos tiempos las calesitas aparecían en los llamados huecos de la Ciudad de Buenos Aires, espacios vacíos donde se instalaban las calesitas hasta que los dueños decidían construir y los echaban... Por eso es muy difícil tener una idea de cuántas calesitas hubo en la ciudad: cambiaban de barrio todo el tiempo. Se puede precisar, al menos, que en 1923 se instaló en Hidalgo y Rivadavia la más antigua que hoy queda en el país, trasladada primero al Jardín Zoológico y actualmente ubicada en Ayacucho (provincia de Buenos Aires). La década de 1920 trajo un gran cambio: la electricidad. Al poder mover la calesita con un motor, se modernizó la técnica, se aceleró la marcha y se reemplazó el organito que iba afuera por uno incorporado que crean los hermanos La Salvia. La calesita se identifica mucho con la idiosincrasia argentina, y porteña en particular. Este juego que viene de Turquía y entra por Europa, tiene en común la característica de la mezcla. Además Argentina es un país circular, de idas y vueltas: somos hijos de gente que nació en otro punto del mundo.
Desplazadas de muchos lugares, en Buenos Aires aún ronronean en algunas plazas y también en las esquinas de Ramón Falcón y Miralla; en Boyacá y Avenida Juan B. Justo, en La Paternal y aquí mismo, en el Parque de los Patricios. También sobrevive una hermosa calesita en la Ciudad de los Niños, en City Bell. Y desde ya, cada ciudad del interior tiene su modesta o ilustre calesita. La calesita está representada en un gran abanico de aspectos de la cultura argentina: en la literatura -no sólo para niños, sino para adultos- en la poesía, en la música, en el teatro, en el cine, en la pintura, en la fotografía... hasta en la publicidad. Este juego retoma la pasión por lo circular que siempre ha tenido el hombre, que incluye manifestaciones particulares como el asado, el fútbol o el tango. No se puede concebir un porteño que no se haya subido a una calesita. La calesita aparece en los libros de lectura para chicos desde el 1900, como texto y como imagen. Pero una vinculación especialmente intensa es la de la calesita con el tango, que no ignoró la presencia de este juego en la vida cotidiana y le dedicó piezas antológicas. Hay que comenzar, por supuesto, por la grabación más famosa: “La Calesita”, poesía de Cátulo Castillo y música de Mariano Mores. Otro tango de Castillo y González Castillo (padre e hijo) fue grabado por Azucena Maizani: “Música de Calesita”, también una versión de Ignacio Corsini. Héctor Gagliardi escribió y recitó otros versos titulados “La Calesita”. Miguel Montero le cantó a este juego en “Viejo Baldío”. Por último hay una hermosa grabación de “La Calesita” por Aníbal Troilo y su orquesta. El Tango asimila La Calesita y la vincula mucho al derrotero del porteño al punto de ponerla como título de la película que dirigió y protagonizó Hugo del Carril: el personaje dice que su vida termina como una calesita que da vueltas, sin lugar donde parar, siempre en giro, siempre volviendo a empezar. Pero el tango no es la única música que se ocupó de este juego . Hay una balada de Leonardo Favio, “Vieja Calesita”, y grabaciones de Los Arroyeños.
Hoy en la ciudad de Buenos Aires hay más de 30 calesitas. Casi todas están ubicadas en plazas y fueron construidas por Sequalino Hermanos. Las más clásicas tienen caballos de madera, otras tienen distintos animales y aviones. Tal vez la calesita más curiosa de Buenos Aires es la que queda en una casa de Liniers: Don Luis Rodríguez logró que le dieran permiso para terne su calesita en la esquina donde se levanta su casa, él mismo la cuida, la restaura, la pinta y arregla los caballitos. Con más de ochenta años, Don Luis no sólo sigue en su calesita sino que escribió dos volúmenes de “Memorias de un calesitero”, donde dice: “Mi padre compró la calesita que poseo en la actualidad en marzo de 1920 y venía equipada con un caballo para hacerla girar, éste era de pelo zaino y obedecía al nombre de “Rubio”. Y concluye: “Hay que cuidar las calesitas como se cuidan las plazas, porque son parte de la infancia y el niño es el padre del hombre. Si cuidamos al niño, recuperamos el futuro. Eso nos permitirá acercarnos al ideal de sociedad que queremos: una que respete la memoria”.

RECOLETA

El barrio de la Recoleta es un tradicional barrio porteño. Y desde siempre al barrio se lo conoce con el nombre de“Barrio Norte”.
A fines del siglo XVIII, las extensas chacras y quintas de la zona que lo formaron, comenzaron a dividirse y ser edificadas. En los primeros momentos de este barrio, a sus terrenos o lotes se lo denominaba "suertes" y uno de los primeros dueños de algunas de estas suertes fue el propio Juan de Garay. El primer vecino fundador y alcalde de este lugar fue el Dr. Rodrigo Ortiz de Zárate y según algunos datos anecdóticos de esta época, su hijo vendió sus tierras a un capitán francés por unas ropas, es decir, no consideró que este lugar tuviera valor alguno y luego éste, como no le interesaban este tipo de posesiones, las permutó en el año 1608 por una tenaza, una peluca y un abrigo común. Poco después de este hecho se iniciaron los trámites para la construcción de un convento para los padres Recoletos y un comerciante aragonés llamado Narbona, se interesó por la construcción del mismo y además por hacer también una iglesia. Primero, logró que le donaran los terrenos, luego edificó una gran casa Por ser de Aragón, Narbona hizo que la iglesia fuera dedicada a la Virgen del Pilar.Toda la zona que rodeaba el Convento era ocupada por grandes quintas formadas por una casa principal espaciosa y baja, con columnas recubiertas por plantas de Santa Rita, Jazmín del país o mosqueta y como un lujo el famoso mirador. Más al fondo se hallaba la sección de peones y esclavos. Todos estos edificios se rodeaban de árboles de sombra y frutales. Los jardínes eran motivo de orgullo de sus dueños. Los cercos exteriores tenían generalmente plantas espinosas o tupidas. Si a la Capital Federal se la destacó siembre por su gran encanto y variedad de árboles, La Recoleta es uno de los mejores ejemplos, ya que algunos tienen más de 200 años de antigüedad entre los que destacan los dos gomeros localizados frente a la Iglesia del Pilar. Estos dos hermosos árboles son apreciados en todo su esplendor desde uno de las esquinas más famosas del barrio donde se encuentra El Café de la Biela. Al aumentar la edificación y establecerse el matadero proliferaron los llamados “orilleros”, que se juntaban en las pulperías y reñideros de gallos de sus cercanías, convirtiéndolos en clubes populares, donde pasaban el tiempo entregados a la bebida, oyendo payadas, jugando a la taba o a las cartas, y discutiendo asuntos del día que despertaban su interés.Esos lugares servían también para que vagos y maleantes se reunieran con el fin de concertar alguna fechoría a realizarse en lugar más o menos cercano, descontando la impunidad merced a los recursos para esconderse y escapar, que ofrecían la oscuridad del barrio, los huecos, túneles y zanjones existentes.Por todo ello, desde el anochecer, salvo en caso de necesidad ineludible, nadie cruzaba por allí, temeroso de sufrir un asalto o, por lo menos, pasar un susto dado por ratero o bandidos, quienes se valían de cuanto medio puede imaginarse para alcanzar el logro de sus empresas, explotando especialmente la ignorancia y la superstición del vulgo, que permitían crear y divulgar leyendas y patrañas.

La calle larga de la Recoleta, hoy Av. Quintana, comunicaba el Convento de los Recoletos con la ciudad. Era la más relevante del barrio, oscura de noche y pintoresca de día, de aspecto pobre, tenía un ancho desigual, no tenía cercas, y estaba bordeada por canaletas que transportaban el agua de lluvia
La que todos conocemos como Av. Las Heras, se llamaba Calle de Chavango . Era la segunda calle más importante, y tenía su origen en la actual plaza Vicente Lopez. Se ignora el origen del nombre, pero se cuenta una divertida anécdota cuando el intendente Torcuato de Alvear dictó la ordenanza para cambiar su nombre a Av. Las Heras. Dicen que al ser conocida su resolución recibió un memorial firmado a nombre de la viuda de Chavango y sus hijos en protesta por semejante ultraje. Esto motivó toda una investigación sobre ese supuesto héroe desconocido, quien resultó ser un personaje inventado por el Dr. Lucio López para hacer una broma a Alvear.
La Calle Bella Vista , hoy Av. Alvear, fue una de las últimas en formarse, no obstante pronto sobrepasó el lujo y animación a las otras. Paralela a la Calle Larga desde Juncal hasta Callao, se leía en el plano de 1772 "Callejuela que se debe cerrar por inútil e infructuosa". En 1882 ya estaba prolongada hasta unirse con la bajada de la Recoleta.
La Calle Callao fue considerada por Bernardino Rivadavia la Av. de circunvalación de la ciudad, por lo cual se diseño más ancha. Cruzaba una parte bastante poblada y seguía al norte entre las quintas que a veces la interrumpían torciendo su trazado. Se abrió en todo su recorrido hacia fines del siglo pasado.

El Bajo de la Recoleta era la zona que se extendía entre el camino del bajo y el río. Allí se reunían a realizar sus tareas las lavanderas y se comentaban todos los secretos de las familias porteñas. Luego el ferrocarril y la urbanización ocuparon este lugar
El 8 de julio de 1822 se dispuso destinar una parte del huerto que fuera de los frailes recoletos para construir un enterratorio general, llamándose Cementerio del Norte, aunque para todos fue y sigue siendo, el de "La Recoleta". Recordemos que durante la colonia no había cementerios. Los muertos se sepultaban en los templos. Elegir un recorrido en esas cuatro manzanas no es tarea fácil. Podemos encontrar, en un discreto mausoleo con el nombre de la familia Duarte, los restos de Eva Perón, o los de Miguel Estanislao Soler, ilustre guerrero de la independencia; de Domingo Faustino Sarmiento, político argentino, escritor y presidente de la república y otros tantos personajes destacados de nuestra historia.

El Palais de Glace, la Facultad de Derecho, el Museo de Bellas Artes, la Biblioteca Nacional, son sólo algunos de los edificios importantes de este barrio.

El Hotel Alvear Palace, que fue considerado "Patrimonio Arquitectónico e Histórico de la Ciudad" por la Dirección General de Planeamiento Urbano del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires durante el año 2005, vuelve a lucir como en el año 1932. Está situado en una de las pocas zonas de la Ciudad de Buenos Aires declaradas "Área de Protección Histórica" compuesta por la Avenida Alvear y su entorno.
El Palacio Pizzurno fue declarado monumento histórico nacional el 13 de enero de 2006. Fueron declarados también lugares históricos la plaza Jardín de los Maestros, situada frente al ministerio, y la plazoleta Petronila Rodríguez, ubicada en la esquina de Paraguay y Rodríguez Peña.

Si bien nunca cantó en el Palais de Glace, Carlos Gardel concurría allí para escuchar. Cuenta una anécdota, que en el año 1915, mientras festejaba allí su cumpleaños, Gardel fue invitado a pelearse en la calle a punta de cuchillo por causa de una mujer. Un miembro de la barra contraria le descerrajo un tiro que se alojo en el tórax. años más tarde, cuando murió, la autopsia encontró el proyectil y de allí surgió la leyenda de que Gardel había sido baleado en el avión que cayó en Medellín.
Y para ir terminando nuestro paseo por la Recoleta, les voy a contar una historia de las tantas que tiene Buenos Aires. David Alleno, un inmigrante italiano, fue cuidador del cementerio de La Recoleta durante 29 años y también participó de la construcción de alguna de las bóvedas. Desde que ingresó a trabajar en La Recoleta tuvo el deseo de que esa fuese su última morada, así que compró una pequeña parcela, construyó la tumba, y luego ahorró el dinero necesario para adquirir una estatua que lo representase. Cuando tuvo lo necesario, viajó a su Génova natal para que esculpiesen su figura, y cuando estuvo terminada volvió con ella a Buenos Aires. Él mismo instaló la imagen en lo que sería su sepultura, y cuenta la leyenda que cuando estuvo satisfecho con el resultado se suicidó para descansar en ella eternamente. Corría el año de 1910. Desde hace décadas, los serenos cuentan que por la noche se oye en las laberínticas callecitas del cementerio el suave tintineo del manojo de llaves que Alleno llevaba colgado en el cinturón para entrar a revisar las bóvedas.