ENRIQUE SANTOS DISCEPOLO
Seguro que no es el único, pero también estoy convencido que habremos de coincidir en que Discépolo ha sido uno de los más grandes compositores de nuestra música ciudadana. Y hasta me animo a decir no sólo que fue sino que lo es hoy, como si no se hubiera ido. Porque la vigencia de algunas de las letras de los tangos que compuso tienen en la actualidad una inocultable vigencia. Y eso que ya pasó algo más de medio siglo desde que un día nos dijo adiós o, mejor dicho, hasta siempre.
Probablemente no haya espacio en el arte en el que Discépolo no haya dejado su sello. Es que fue poeta, músico, compositor, actor en teatro, en el cine y realizador cinemtográfico
Discépolo nació el 27 de marzo de 1901 en el Barrio de Once de la ciudad de Buenos Aires. Fue el quinto y último hijo de Luisa Deluchi y de Santo Discépolo. Era un niño al momento de la muerte de sus padres y tras un año de vivir con una tía materna fue a vivir, corría el año 1911, con su hermano Armando, que 14 años mayor que él, fue para Enrique padre y madre, maestro, preceptor y guía al contagiarle su vocación artística, particularmente teatral.
De la mano de Armando, Discepolín descubrió otras dimensiones del Buenos Aires de entonces y conoció de las tertulias de dos clásicos cafés del barrio que lo vio nacer: “Centenario” y “Oberdam”. Hacia 1916, siempre junto a su hermano mayor, fue a vivir más cerca de Parque Patricios y un año después, nada más, tuvo su debut en la actuación en las tablas. Su debut fue en 1917 en el teatro “Mayo” y al año siguiente en “Apolo”. Y a la par, produjo sus primeras piezas teatrales: “Los Duendes” y “Páselo, cabo” junto a Mario Folco. Después con Miguel Gómez Bao, “El Señor Cura” y el “El hombre Solo”, pero algo más tarde, por su cuenta “Día Feriado” hasta que alcanza un papel de importancia en la representación de la obra “Mateo” y con su hermano Armando, inseparable, escribió en 1925 “El Organito” un grotesco presentado en “El Nacional” por la compañía que integraban, entre otras figuras, Olinda Bozán. Sería imposible narrar todas y cada una de las obras en las que Discépolo dejó su pluma o su personalidad actoral.
Sin dejar el teatro, Dsicépolo continuó escribiendo y también en 1925 compuso la música para el tango Bizcochito. Luego sorprendió con la letra y la música del famosísimo tango “Que vachaché”.
Dos años más tarde compuso el tango “Esta noche me emborracho”, consagrado popularmente gracias a la interpretación que de el hizo Azucena Maizani. Después, otos grandes éxitos llegaron entre los años 1928 y 1929 y seguía actuando en teatro de Montevideo y Buenos Aires.
Por demás conocida, pero, tal vez para los más jóvenes, los que ya descubrieron el tango o están por entregarse a el, es la interminable lista de tangos que le debemos a Discepolín: “ Alguna vez”, “Chorra”, “Malevaje”, “Soy un arlequín”, “Victoria” y “Yira, Yira”.
A comienzos de la década del 1930 Discépolo continuó escribiendo obras teatrales. Un verdadero suceso fue Wunder bar y Tres esperanzas. En 1935 finalmente Discépolo viajó a Europa. De vuelta en Argentina, se conectó con el ambiente del cine. Experimentó cuanto pudo. Fue tanto actor como guionista y director.
Este poeta singular radiografió, de una manera implacable, la vida Argentina de los años treinta y hay que decirlo, porque si no podríamos cometer un imperdonable olvido. Desde ese talento, sin temor alguno, desafiante, fue desde su poesía un verdadero fiscal de lo que se conoció en la historia política del país como “La Década Infame”.
¿Y por que?. Porque desde su poesía volcó sus sentimientos, sin importarle si ellos serán recibidos favorablemente por los que detentaban el poder, porque desnudó una sensibilidad social tremenda, una solidaridad profunda con los sectores populares, a quines desde su arte, sin duda, supo interpretar. Interpretó, representó lo que sentía aquel pueblo que a comienzos de la década del ’30 sufrió al ver cómo se inauguraba un período nefasto en la historia del país.
Discépolo no tuvo empacho en denunciar la crisis que imperaba en la Argentina. No lo hizo “para el pueblo" o "por el pueblo" sino "desde el pueblo", traicionado en las urnas, mientras una minoría, oligárquica, se había entronizado en el poder y servía a intereses que nada tenían que ver con los de los argentinos, mientras la intelectualidad y académicos callaban y algunos políticos se hacían los distraídos o eran cómplices de quienes, allá por setiembre de 1930, desalojaron del poder a quien representó esos intereses populares.
Por entonces, con esa valentía, Discépolo, compuso dos tangos, uno de ellos, inolvidables, un verdadero himno, que ya mencionamos “Cambalache” pero que, precisamos el año: 1935 y casi al mismo tiempo “Alma de bandoneón”. Sigamos con la lista: “Desencanto” en 1937; “Tormenta” en 1939; “Uno”, musicalizado claro está por el maestro Mariano Mores, en 1943 y “Canción desesperada” sólo un año después. Una década antes, en 1934, durante una actuación en el teatro “Victoria” de Santiago de Chile, Tania, la cancionista y actriz con quien ya había unido su vida, estrenó en colaboración con Alfredo Le Pera “Carrillón de la Merced”
En el año 1947 viajó nuevamente y estuvo de gira por México y Cuba. En esos tiempos dio a luz al tango “Sin palabras”, con composición musical de Mariano Mores y un año después nos dejó para los tiempos “Cafetín de Buenos Aires”.
Y su paso por la cinematografía lo encontrará en “Yo no elegí mi vida”, en 1949 y “El Hincha”, como olvidarse, en 1951, en esa actuación que rescata los sentimientos de cualquiera de nosotros desde una tribuna de fútbol. “El hincha es el alma del fútbol....”, dice ante quienes lo rodean en esos tablones de un estadio para instarlos a entregarse al aliento del equipo
Precisamente, a comienzos de la década del ’50, Discépolo se dedicó a producir películas y obras teatrales, a parte de diversos tangos. Algunos de los últimos se hicieron públicos tras su temprana muerte, en diciembre de 1951, cuando tenía 50 años, en su casa de Callao 765.
Es cierto, dejamos muchas cosas por compartir sobre este símbolo de nuestro tanga. ¿De nuestro tango solamente?. De nuestra rica historia cultural argentina. No alcanza todo nuestro “Con Tango, Historias” de hoy para narrar la incomparable obra artística de Discepolín. Si alguien dice que “Nunca segundas partes fueron buenas...”, quedémonos tranquilos que con Discépolo ello no nos ocurrirá.
1 Comments:
fELICIDADES POR TU PROGRAMA. ES UN CANTO AL TANGO QUE TIENE MUCHOS ADEPTOS EN ESTE MUNDO Y ME SATISFACE QUE CONOZCAS TANTO DEL MISMO.MI ENHORA BUENA POR ESTE PROGRAMA QUE DEBERÍA ESTAR EN ANTENA DURANTE MUCHO TIEMPO.gENARO
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