viernes, marzo 10, 2006

Horacio Accavallo: sencillamente ¡Inolvidable!

“Con Tango, Historias”, en su última emisión, cumplió un deseo. Evocar junto a Horacio Accavallo aquel 1 de marzo de 1966 cuando desde su guapeza, siendo un “guerrero” del box , como él mismo se definió, logró consagrarse Campeón del Mundo de la categoría mosca de la AMB al derrotar por puntos en Tokio al local Katsuyoshi Takayama.
Ese día el país vibró, se conmovió ante aquella hazaña. Él y nosotros, 40 años después, volvimos a emocionarnos. “Fue un momento inolvidable”, comenzó la entrevista relatando Accavallo, quien recordó aquel combate como “una pelea muy violenta. Auque parezca mentira tuve que sacar fuerza hasta de donde no las tenía, de todos los lados, para poder r ganar, que me dieran la pelea como visitante”. Estaba claro, aquel 1 de marzo del ’66, Accavallo era “el visitante” y a priori todo indicada que sólo su fiereza podría torcer la historia.
El diálogo con Accavallo sobre aquella pelea fue muy descriptivo. “Fue muy violenta, muy pareja” y su contrincante, recuerda, “muy bueno”. “Siempre voy a recordar lo duro que fue, un combate de golpe por golpe”, relató Accavallo, tras lo cual recordó que durante uno de los cruces recibió varios golpes duros de Takayama. Y siguió con su recuerdo: “Yo, generalmente, tenía una ventaja. Era zurdo y yo esperaba encontrarme con un diestro, pero resultó que él era zurdo y eso me complicó bastante porque al pararse frente a un zurdo, todo cambia...”, dijo. Todavía fue más preciso: “Yo siempre había peleado con diestros y entonces siempre tenía esa ventaje de ser zurdo y me encontré con un zurdo que peleaba a la par mía”. Pero, así, desde las condiciones técnicas y desde el coraje fue transcurriendo sus 15 rounds y Accavallo, que había puesto en el cuadrilátero todo lo que había que poner, se alzó con una victoria que lo ubicó en la galería de los campeones del mundo, junto a Pascual Pérez y después Nicolino Locche, Carlos Monzón, Víctor Galíndez y tantos otros.
La historia, el almanaque, suelen unir a veces la alegría y la tristeza. Un 1 de marzo, pero del 2002, fallecíó “Tito” Lectoure, sinónimo de Luna Park y Buenos Aires. Accavallo lo recordó con emoción: “Él estuvo aquella noche de Tokio, acompañándome”, recordó Accavallo, como después lo hizo con otros púgiles argentinos a los que llevó de la mano a la consagración como campeones del mundo en distintas categorías. “Quizás nos está escuchando en este momento....”, apunta Accavallo durante el diálogo y, probablemente, haya tenido razón. Vamos casi round por round, habrá de sonar la campana que marcará el final de esta charla y Acavallo explicó por qué su retiro del boxeo el 1 de octubre de 1968 después de sus tres defensas exitosas de la corona de campeón: “No daba más el peso, tenía que ir a los baños turcos, era prácticamente una lucha insoportable la que tenía para dar el peso antes de cada pelea. Llegaba un momento en que no daba más”, explicó el campeón que, a su vez, narró que desechó en su momento la alternativa de ascender a una categoría superior y así ganar la “eterna pelea” para dar el peso antes de cada combate. La respuesta fue la de alguien que sabe mucho del deporte de los puños y nos dio una lección técnica. “Lo que pasa es que hubiese tenido que pasar a la categoría gallo y para la gallo no era un tipo grandote, hubiese dado ventajas”.
Pero como Accavallo no sólo peleó arriba de un ring sino también en la vida, el diálogo en “Con Tango, Historias” desembocó en el faceta de su vida personal, que quizás haya sido más dura que su pelea con Takayama. Era sólo un niño y fue botellero, canillita, cartonero y, añade, “ciruja”.
- ¿Qué piensa Horacio cuando ve a los pibes en la calle haciendo lo que Usted hacía hace muchos años?
- “Me pone mal. Recuerdo aquello, cuando cartoneaba, era muy duro porque llevar a comer un plato de sopa se hacía difícil; había que juntar papel por papel para venderlo y juntando esa mango que te haga morfar que te haga digno”. Lo dice Horacio Accavallo y quien mejor que él para describir lo que supone para un “purrete” pelearle a la vida. Van a caer los cortinados, como decía el recordado Horacio Cafarelli en aquellos relatos incomparables de veladas boxísticas del Luna y Accavallo dice: “Veo poco boxeo, no hay mucho, desde que se nos cerró el Luna”, pero se esperanza, igual que nosotros, cuando dice: “lo veo a Narváez que hace las cosas bien o a la “Hiena” Barrios. Creo que de a poquito se van a ir perfilando como grandes campeones”. Suena la campana, ha terminado la charla y Horacio Accavallo, como aquel 1 de marzo de 1966, sigue siendo el campeón del mundo en la categoría mosca y en la vida. Un mano a mano ¡Inolvidable!